La tradición francesa del azarte se ha desarrollado durante siglos: desde los juegos de corte y los «maisons de jeu» urbanos hasta las loterías y el totalizador en los hipódromos (Lonshan, Chantilly), donde nació la cultura de las carreras de caballos y la apuesta.
En los siglos XIX-XX tomaron forma los casinos balnearios - Deauville, Biarritz, Vichy, Niza - con teatros, pelotas y vida secular.
Tras la guerra, el modelo de lotería se consolidó en torno a la operadora nacional (ahora FDJ), y las apuestas de hipódromo en torno a la PMU; París, en cambio, mantuvo un estatus especial de clubes en lugar de casinos completos.
En el siglo XXI, los acentos se han desplazado a los formatos online bajo la supervisión unificada de ANJ, con rígidos estándares de juego responsable, limitaciones publicitarias y autoexclusión -con un conjunto cultural invariable de «deporte + apuesta» y un papel sostenible de los casinos como parte de la escena turística y gastronómica-.