La cultura lúdica de Haití se formó en la intersección del patrimonio franco-criollo, los salones urbanos y las prácticas populares, donde las loterías numéricas «borlette» tomaron un lugar especial como formato accesible de azarte cotidiano.
El calendario festivo - carnavales, procesiones raras, fiestas musicales - ha reforzado tradicionalmente la demanda de formas de juego fácil y sorteos en barrios y mercados.
El contexto religioso-cultural del vudú y de la identidad criolla añadía símbolos y rituales al entretenimiento popular, sin reducir el ocio solo a apuestas o casinos.
En el siglo XX, los salones y mesas puntuales aparecieron esporádicamente, pero la escena del club a gran escala, como en los centros turísticos vecinos del Caribe, no se desarrolló.
La diáspora y los contactos transfronterizos trajeron elementos de la cultura del juego anglo e hispano, sin embargo, los hábitos locales se mantuvieron apegados a las prácticas de lotería y a la estética festiva callejera.
Hoy en día, la memoria histórica, la música kompa, las artesanías y la cultura carnavalesca siguen siendo el núcleo del entretenimiento, y el juego tiene una importancia limitada y periférica en el panorama cultural general del país.